Cine dentro del Cine
La
Mirada de Ulises
Ficha Técnica:
Título Original: To Vlemma tou Odyssea
Año: 1995
Duración: 176 min.
País: Grecia.
Director: Theodoros Angelopoulos (AKA Theo
Angelopoulos).
Guión: Tonino Guerra, Theodoros Angelopoulos
(AKA Theo Angelopoulos), Petros Markaris.
Música: Eleni Karaindrou.
Fotografía: Yorgos Arvanitis.
Reparto: Harvey Keitel, Maïa Morgenstern,
Erland Josephson, Thanassis Vengos, Yorgos Michalakopoulos, Dora Volanki.
Productora: Coproducción Grecia-Francia-Italia.
Género: Drama, Guerra
Sinopsis: Un
cineasta griego, exiliado en los Estados Unidos, regresa a su ciudad natal para
emprender un apasionante viaje. De Albania a Macedonia, de Bucarest a Constanza
(Rumanía), a través del Danubio hasta Belgrado y por fin a Sarajevo. En su
camino se cruza con su propia historia, con el pasado de los Balcanes, con las
mujeres que podría amar. Espera recobrar con estas imágenes olvidadas la
inocencia de la primera mirada.
Contexto de
producción:
“Al principio
fue el viaje”. Seferis
La Película es rodada durante la Guerra de
Bosnia, con un toque muy personal (un método a menudo ocupado por Angelopoulos).
Uno de sus puntos más fuertes es mostrar el destrozo que causa la guerra en los
países Balcánicos, pero también se puede interpretar esta cinta como una adaptación
moderna de “La Odisea”, ejemplos muy claros los vemos en los viajes hechos por “A”
(el protagonista de la película, seguramente un alter ego de Angelopoulos). Por
ejemplo, el viaje al hades se puede representar cuando nuestro protagonista ve
a su familia, y habla con su madre muerta, o como podemos encontrar a las
mujeres del libro de Homero representadas por la misma mujer. En otras palabras,
la estructura básica de este film es basado en el libro que cuenta las proezas
y devenires de Odiseo (o Ulises)
Argumento:
Te das cuenta que una película es sublime
cuando esta dura 3 horas y en ningún momento te aburre. Esto pasa con La Mirada
de Ulises.
Desde el inicio
de este film (que parte con una cita del filósofo Plutón) pasando por la
primera película hecha en Grecia, se puede ver qué cine quiere mostrar Angelopoulos.
No es sólo una película más, sino que está llena de lírica y poesía, toca los
temas más triviales de la humanidad (como el viaje o el amor), pero lo hace de
una forma única, sin errores.
Los diálogos son
justos, a los guionistas no les importa dejar frases para el recuerdo, cuando
puede hacer una película que será recordada como una de las mejores del siglo
XX.
Nos
sumergiremos en más de seis mil años de historia, y veremos las emociones
humanas en su temple. Angelopoulos mantiene una dirección de actores muy “chapada
a la antigua”, aquí los movimiento pasan a un plano secundario, y las
expresiones faciales son el principal centro de atracción.
El momento más
memorable (a mi gusto), la encontramos en el la escena del baile, en ese
momento todo es perfecto, desde la posición de los actores, la música precisa, el
plano que nunca cambia.
El protagonista
viaja por toda Europa, no solo para encontrar la cinta de los hermanos Manaki, también
lo hace para encontrarse a sí mismo.
Cabe mencionar
que no es una película que posee giros de trama, pues lo que se busca de
llevarnos en un viaje a lo surrealista, no debemos dar tanta importancia a la
trama, sino a la belleza en cada toma, y a como se puede viajar dentro de una película.
Efectos
especiales: Los efectos ocupados son casi nulos (si es que no lo son). La película
es de principio a fin muy natural (sólo hay algunos efectos de edición, cómo el
cambio de blanco y negro en una de las primeras escenas). Inclusive el final (con
la niebla espesa) se vuelve algo totalmente natural. Algo digno de admirar.
Uno de los
puntos más fuertes de esta cinta es la fotografía hecha por Giorgos Arvanitis (La
eternidad y un día, El Tren de la vida). Desde la primera toma, un plano
secuencia que no sólo nos muestra un mar oscuro y lúgubre, sino que además nos
hace un viaje en el tiempo de 40 años, con un cambio de color (que se logra
luego en el montaje), nos damos cuenta de lo bien que trabaja este director de fotografía,
y de cómo logra ocupar los colores precisos y necesarios para generar un
ambiente nostálgico, lleno de pena y dolor, más no sólo eso, otro punto a favor
lo vemos en el contraste de colores durante toda la película, nuestro
protagonista en casi todas las tomas ocupa su abrigo negro, para que así, su
cara blanca y pálida alcancé mayor profundidad.
El apoyo que da
la música que Eleni Karaindrou (al parecer la compositora favorita del director)
es sorprendente, tanto así, que la música podría contar historias aún más
tristes sin necesitar fotografía. Es maravilloso ver el inicio de la película,
o la escena de la estatua de Lenin acompañada de la música de esta compositora,
quien da justo en el clavo, pues sabe en qué momento mostrará nostalgia, pena,
o ambas juntas.
Cada tema es
hermoso, más no feliz, pues la felicidad escasea en esta cinta (aunque no la
esperanza).
En el ámbito de
la actuación, el casting es lo que se necesita para la película , totalmente
justo y necesario. Harvey Keitel nos logra transmitir todas sus emociones con
sus expresiones faciales, no requiere nada más para hacerlo, hace su trabajo de
manera muy sobria, se adentra en el personaje de director, incluso podemos ver
algunos toques del mismo Angelopoulos (quien, según la prensa era una persona
muy autorreferente). Minimalismo en su estado puro
Mis aplausos
van para Maia Morgenstern, un papel muy básico, pero que pudo llevar a cabo de manera
espectacular, desde su aparición en pantalla se nota como va tomando más y más
fuerza dentro de la trama, es el impulso total de este film. Muy buena elección
por parte de casting.
Como conclusión,
estamos ante una de las mejores películas del siglo XX , con una fotografía oscura,
nostálgica y bella , que es acompañada de una música precisa que nos lleva
hasta los anales de la mente y la nostalgia. Una cinta muy sincera e inocente,
pero que a la vez nos deja se vuelve totalmente profunda, llena de metáforas y alegorías,
que nos dejan mucho material para reflexionar.
Una obra tan
bella como triste, imprescindible para cualquier amante del cine.
Rodrigo Muñoz
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